domingo, 20 de febrero de 2011

La jaula de los deseos

Una jaula de oro atrapó sus deseos. Al principio ellos se revelaron pugnando por salir (eran tantos y tan grandes que apenas cabían allí confinados), pero con el tiempo terminaron aplacándose, acostumbrándose a la seguridad de esos barrotes dorados, desvaneciéndose hasta hacerse casi insignificantes; meros suspiros de ilusión. Un día, mientras paseaba por el campo, los pájaros revoloteando entre los árboles le recordaron que era libre, y que la jaula que encerraba sus deseos siempre estuvo abierta.





4 comentarios:

  1. Recordó que era libre, algo que olvidó al nacer.
    Bonito cuento.
    Besos, Sara.

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  2. Gracias, Torcuato, por leerme y comentar.
    Un beso.

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  3. Así le pasa a mucha gente que se pasa la vida detrás del dinero. Sabe que la vida es algo más pero se le olvida.

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  4. Es eso, Manuel, nos olvidamos que la vida es algo más. Y cada uno de nosotros tiene su propia jaula de oro (dinero, trabajo, nuestros apegos...)
    Gracias por tu comentario. Un saludo.

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